Importancia del hierro para mujeres en expedición. Kepa Lizarraga, médico de la BMF-FVM

Artículo escrito por Kepa Lizarraga, médico de la BMF-FVM

A medida que ascendemos por valles y faldas de montaña la presión atmosférica se hace menor y junto a ella, desciende también la presión del oxígeno disponible en el aire que respiramos.

Para podernos adaptar a esa situación, cuando la altitud es elevada y permanecemos tiempo suficiente, por lo general, a partir de unas tres semanas, el organismo tiene ciertos “trucos”. Uno de ellos es respirar más litros de aire cada minuto, con lo que intenta compensar la pobreza en oxígeno del que dispone.

Otra de las reacciones es aumentar el ritmo cardiaco, que de unas 60 pulsaciones por minuto en reposo, a nivel del mar, puede pasar a unos 75-80 latidos por minuto, también en reposo, pero a 5.300 metros de altitud (Campo Base del Everest).

Esas adaptaciones son llamadas “agudas”. Se producen rápidamente, pero gastan mucha energía para mantenerse durante las 24 horas del día. En cambio, si le damos tiempo, el cuerpo va poniendo en marcha adaptaciones más sofisticadas y económicas, una de las cuales consiste en producir más glóbulos rojos. Es una forma de contar con más hemoglobina. Sustancia de su interior que es capaz de captar oxígeno en los pulmones y liberarlo en los tejidos del cuerpo. De esa forma, la sangre es capaz de transportar más oxígeno por cada mililitro.

Eso sí: hay un metal imprescindible para conseguirlo: el hierro. Dado que, además, las mujeres en edad fértil perdéis algo de hierro durante la menstruación, un consejo en caso de acudir a expediciones es hacerse un análisis de sangre previo y estudiar si es preciso tomar suplementos de hierro antes del viaje a la alta montaña.

 

Mireia y Silvia Trigueros. Ser mujer en edad fértil, fondista y montañera son tres motivos para necesitar más hierro en la dieta.